Entre todos los medios de transporte
prefiero la cama
con las sábanas hinchándose al viento del sueño
La cama veloz y horizontal
lleva música lentísima de arpas
y atraviesa la noche
alcanza el cielo en el centro de la tierra
La cama es el altar de la cifra inmaculada
Pero en el centro del laberinto
la almohada guarda sus plumas como un tesoro
y las cuenta nones para la vida, pares para la muerte
La cama del amor la cuna la mortaja
la cama de Ulises tallada en una pieza
del árbol vivo
es la Ítaca de Ítaca
eje vertiginoso de lo inmóvil
En la cama de los jueces
barajan distraídamente
nuestro destino de personajes inconclusos
mientras una estrella nos nombra
desde lo alto con fulgor vacilante
Cuando las sábanas se hinchan como velas:
cuando la fiebre muerde y entre sueños preguntamos
¿Cuántas veces más atravesaré el Aqueronte
Aferrado a la lamohada?
¿Cuántas ciudades habré perdido por levantarme
Por no ganar la cama en el momento oportuno?
¿Y cuántos días habré oteado el horizonte
Desde el más alto mástil de la pereza?
Con la garganta reseca y sin poder gritar
¡Despertar a la vista!
Otras veces he llegado a ella
Para atravesarla
Como una cascada y buscar
a pierna suelta
del otro lado de las sábanas
la gruta de las ninfas
la caverna de las dos entradas
donde ellas, con miel
en telares de piedra
tejen los tendones de los héroes
y he regresado a sus playas
coronado de gloria
El espejo de Narciso
la ciudad submarina
el centro de la tierra
el nido de la serpiente
las manos intangibles de la aurora
la cama es además
una torre el mirador plano
desde donde el corazón practica
rigurosas astronomías
Desde esta torre horizontal
yo estudio las estrellas fugases
y me dejo abrazar por los soles muertos
Ni siquiera la hamaca con sus redes
finísimas de aire
se le puede comparar
Los romanos comían como se sabe en el lecho
yo me arrojo a las sábanas
como una presa sumisa
ante la inmutable deidad
Adolfo Castañón